Viaje a Palestina: un país que vive en apartheid

VIAJE A PALESTINA, UN PAÍS QUE VIVE EN APARTHEID *

Todo comenzó cuando desde mi banca en la Legislatura de Buenos Aires, en representación del FIT por Izquierda Socialista, propuse en Junio de 2017 una declaración para que, a 50 años de la criminal “Guerra de los Seis Días” emprendida por Israel, se denunciara el genocidio perpetrado por ese estado y se expresara la solidaridad con el Pueblo Palestino. Reivindiqué la necesidad de la disolución del actual estado de Israel y en cambio, la conformación de un estado único, laico, no racista,   donde judíos y palestinos cohabiten en igualdad y democracia. Meses después, en ocasión de la vergonzosa declaración de huésped de honor de la Legislatura por la visita del Primer Ministro Netanyahu propuse, por el contrario, repudiarlo por resumir en su persona el terror de un estado colonialista y racista contra el pueblo palestino.

Las acusaciones del sionismo por los medios y las redes no se hicieron esperar. Estoy convencida que muchas personas lo hicieron porque han caído en la trampa del aparato ideológico del sionismo en el mundo que, como dijo el Embajador de Palestina en nuestro país, opera sobre el sentimiento de culpa del mundo occidental por el H  olocausto. El mundo cierra sus ojos ante el calvario cotidiano bajo un régimen de apartheid y ocupación militar al que las grandes potencias han condenado al pueblo palestino y que, a su vez, obliga a las jóvenes generaciones judías a transformarse en monstruos de una máquina de terror cotidiano contra el pueblo palestino, invirtiendo su lugar en la historia de víctimas a victimarios.

En nombre de ese pueblo doliente, del derecho a su libertad, y a vivir en su territorio histórico bajo una nueva organización social, no racista, donde judíos y palestinos vivan en paz, acepté la invitación de la Embajada de Palestina a visitar su país.  Aquí una crónica cuyo propósito es difundir lo que allí ocurre para contribuir a una campaña mundial por su libertad.

17 de noviembre 2017

Llegué a las 3.30 hs al aeropuerto de Amman, la capital de Jordania. Me esperaba un servicio de transporte de la Asamblea Legislativa de Palestina que me llevaría al puente en la frontera con Cisjordania.

En el trayecto de la Ciudad de Amman pude apreciar un sin número de palacios, a la vera de la avenida de la zona este, de muy reciente construcción, así como un aeropuerto nuevo, casi tan grande como Ezeiza para una ciudad de poco más de un millón y medio de habitantes. Las avenidas, muy nuevas.

Pregunté cuál era la explicación de esa pujanza. Me dieron dos: la primera, un reciente despliegue de la minería que exporta uranio, potasio y bromo, entre otros minerales que se sacan del desierto. La segunda, que a causa de las guerras en Irak, Siria y Líbano de los últimos años, esa zona de la ciudad se ha transformado en la residencia de sectores burgueses de esos países que migraron a Jordania. También vi innumerables edificios nuevos de bancos de todo Medio Oriente. Una especie de Suiza, en la Segunda Guerra, pensé.

Según Zacarías, el señor jordano que me transporta, 60 por ciento de la población en Jordania es palestina. Los palacios y edificios en general son todos de una piedra caliza que se saca de las montañas cercanas. La ciudad se precia de ser, por eso, una ciudad blanca, sin pintura. Los sectores ligados al turismo y al comercio se defienden con el inglés pero el común de las personas solo habla árabe.

Muchas mujeres usan el pañuelo hasta en lugares cerrados pero parece bastante razonable en lugares abiertos debido al polvillo de una tierra muy seca. Los hombres se visten como en Occidente y su tipo abunda en nuestro país. En casi todos los edificios públicos hay grandes fotos del rey y sus ministros. Es una presencia diría casi impuesta.

En el camino al puente con Palestina, a casi 60 kilómetros de Amman, se ven algunas plantaciones verdes, a fuerza de riego artificial, en un territorio árido y seco, de una especie de arcilla y por momentos piedras negras de origen volcánico.

Las plantaciones son de una banana pequeña, bajita, de hortalizas, tomates, muchas de ellas cubiertas de plásticos o en invernaderos para preservar la humedad. Hay muchos olivares.

Pasamos cerca del Mar Muerto que está a 400 metros bajo el mar. Zacarías dice que el agua de ese mar es muy saludable y que hacen muchos productos medicinales  con el barro que se saca de él.

Al llegar al puente, pasamos dos controles jordanos y luego dos israelíes. En estos no había controles electrónicos de cámaras ni de huellas dactilares como si lo había en Argentina  e Istambul. Curioso. En cambio me interrogaron cuando dije que iba a Ramallah. Mi rostro no es árabe y la mayoría de los turistas iban a Jerusalén. Me preguntaron que iba a hacer ahí. A quién conocía.  Esa fue la pregunta que abrió la intervención del jefe de seguridad de ese puesto de control. Me llevaron a una oficina aparte y me interrogaron  mientras buscaban mis datos en una computadora. Desplegué todas mis cartas de presentación de la Embajada Palestina en Argentina  y credenciales de la Legislatura de Buenos Aires.

Conclusión: o no buscaron bien en la computadora o no tenían ganas de complicaciones. Me dejaron pasar y me dieron visa para visitar Jerusalén.

Tomé un micro para llegar a Jericó. Todos eran árabes y ya no había turistas. Mi compañera de asiento era una mujer con ropas árabes, pañuelo en la cabeza y no hablaba una palabra que no fuera su lengua. Pero nos entendimos. Cuando pasamos por un nuevo chek point (puesto de control), no entendí que pasaba ya que habíamos pasado varios controles. Ella me indicó que le diera el pasaporte y le mostré la visa que me habían dado en la frontera. La quitó del pasaporte haciéndome señas de que no hacía falta. Luego entendí. Fue su pequeño acto de resistencia, indicándome que para estar en su tierra no necesitaba el permiso de las fuerzas de ocupación. Vaya.

Atravesamos en micro un nuevo territorio desértico hasta llegar a Jericó donde me esperaba Ibrahim, Director de Relaciones Internacionales dela Autoridad Palestina. Claro, pasando antes por un pequeño percance. Ibrahim no estaba a la salida. Y mi celular no funcionaba. Más de cincuenta taxistas me asediaban para que los tomara. Hablaban en árabe y yo respondía: «Thank you» sin entender una palabra. De repente se fueron todos, taxis y trafics y me quedé sola con algunas personas que remoloneaban al sol.

– Where can I  get a public phone?- pregunté. (¿Dónde hay un teléfono público?)

No hay. Maldita época de celulares, me dije. Si no tenés, fuiste. Al final entre en un bar donde el que atendía no hablaba inglés y no me entendía. Un hombre de alrededor de 60 años jugaba al tetris en una mesa con los pies descalzos, subidos a una silla. No levantó la vista ni una vez. Muy familiar el ambiente.

De repente vi a unos chicos jóvenes y les pedí en inglés que me prestaran el celular. Bueno. Salvada. Me comuniqué con Ibrahim que estaba esperándome en otra puerta, la de personas V.I.P.,Very Important Person! ¡No imaginó que tomaría micro común! Pensó que iría en taxi.

Finalmente en el auto Ibrahim me explicó que él no tenía permiso para cruzar a Jordania. Por eso nadie me acompañó a cruzar. Hay que estar aquí para entender lo que es estar encerrado en tu propia tierra. Así como el puesto de frontera está controlado por Israel, lo estaba el camino a Ramallah. Un nuevo control a cargo de soldados israelíes muy jovencitos nos detuvo para pedir documentos. Ibrahim me recomendó que no hiciera ningún movimiento  extraño pues disparaban sin problemas. Nadie investigaría luego. Sentí humillación ajena cuando vi que Ibrahim, una autoridad palestina, debía obediencia a ese muchachito al que le pesaba la ametralladora en la mano.

Ya autorizados a avanzar me contó que muchos de ellos al finalizar el servicio militar, que dura casi 4 años, han acumulado mucho dinero y les dan tierras en Cisjordania para hacerse sus huertas y convertirse en agricultores. Cisjordania está plagada de nuevos asentamientos israelíes que van quebrando la unidad interna de los palestinos en su propio territorio.

Llegamos al hotel que era nuevo, muy elegante. Dentro de un estilo internacional de hoteles guardaba, sin embargo, toques de la estética árabe, como dibujos geométricos de madera oscura sobre fondos blancos. Los detalles de arreglos florales en los salones de estar eran sencillamente bellos.

Pasamos almorzar al salón  en el piso 16 con techo corredizo desde donde se aprecia toda la ciudad de Ramallah. La comida, elaborada, refinada. Ibrahim no bebe vino. Agua y jugos. Le manifiesto mi pudor por estar en lugar tan costoso para un pueblo que pasa necesidad. Que no debieron gastar tanto. Me mira a los ojos con melancolía y un dejo de tristeza y dice:

– If you can do something to help our people not to be isolated from world, it will be a well wasted money. (Si Ud. puede hacer algo para ayudar a nuestro pueblo para que no esté tan aislado del mundo, no será un dinero mal gastado)

Una profunda congoja me oprime y me compromete. Siento que he quedado unida a esta gente. Ibrahim solo ha estado en este hotel acompañando otras delegaciones internacionales. El gobierno palestino nos ofrece a los visitantes internacionales lo mejor que tienen aunque no sea de su propio acceso.

A la noche me espera otra sorpresa. La visita de Abdullah Abdullah, integrante del Consejo Legislativo Palestino. Cercano a los 75 años, Abdullah es la historia viviente de la OLP. Acompañó a Yasser Arafat desde los inicios de este movimiento. Conoce perfectamente la política actual de Latinoamérica. Ha estado en Chile durante el gobierno de Salvador Allende. En Argentina y Uruguay. Reclama nuestra ayuda para que Palestina venza el aislamiento internacional al que está siendo sometida, y pide nuestro apoyo para lograr  acuerdos internacionales que puedan ayudar a su asfixiada economía. Le explico que pertenezco a un pequeño partido trotskista de la corriente morenista con una larga tradición de reivindicar la causa palestina en América Latina y en Europa. Que no estamos en condiciones de brindar ese tipo de apoyo pero si solidaridad política. Responde que todo ayuda. Nos pide difundir lo que están viviendo. Pide contactos culturales, sindicales, políticos. Todo les ayuda a vencer el aislamiento. Afirma que internet está permitiendo vencer la tergiversación de la campaña sionista en el mundo. Nos pide que mostremos los niños encarcelados. Son alrededor de 450 menores de 12 años. 6.000 presos políticos y 26 mujeres.

La cena  termina con la presencia de Mohamed Assad, el cantante palestino que acaba de ganar el premio al Ídolo árabe. Al parecer, la mayoría de los jóvenes del mundo árabe expresaron así su solidaridad con el pueblo palestino votando a Mohamed como favorito en un concurso que abarcó todo el Magreb y Medio Oriente. Todas las mesas, que han estado festejando cumpleaños con velas con fueguitos de estrellas, se levantan a felicitarlo y a sacarse fotos.

La noche ha caído sobre Ramallah. Las cúpulas están adornadas con luces eléctricas. Los árabes gustan de las lámparas llenas de luces brillantes. Así se viste Ramallah en medio de un  cielo estrellado.

18 de Noviembre

Amanezco en Ramallah. Desciendo a desayunar y encuentro tres muchachas con sus pañuelos rodeando sus ovalados jóvenes rostros.  Los ojos pintados con pronunciado delineado y pestañas postizas que mueven con sensualidad y delicadeza. Las tres están solas y conversan con animación.  No puedo con mi curiosidad y les pregunto  qué  hacen en ese hotel.  Me faltó preguntarles… solas?,  para completar  mis preconceptos.

– We are students of the University of Hebron. We study civil enginiery. We are in a Congress.  (Somos estudiantes de la Universidad de Hebrón. Estudiamos ingeniería civil. Estamos en un congreso)

Mis prejuicios occidentales  fueron aniquilados una vez más en esta inquietante Palestina.  La mujer árabe  está  conquistando lugares  tal como en el resto del mundo.

Luego de un desayuno que supera ampliamente a los brasileros, parto con Ibrahim, Mohamed y Raed a nuestro itinerario del segundo día. Mohamed será nuestro traductor al español. Raed, nuestro conductor del auto. Es sábado, día de descanso y los tres están dispuestos a perder su feriado para acompañarme a recorrer  las ciudades de Hebrón y Belén.

El camino a Hebrón es sinuoso, con pendientes  que recorren montañas no muy altas. Pero es mucho más complicado que lo que su relieve exige debido a que debe serpentear los muros de los nuevos asentamientos israelíes. Ramallah, la capital de la Cisjordania Palestina, está separada en su propio territorio  por crecientes muros de 8 metros de alto, torres de vigilancia con soldados armados, puestos de control  y retenes militares itinerantes en cualquier momento y lugar.

Los muros separan a Ramallah de Jerusalén, a sólo 10 minutos. Sus habitantes no pueden pasar a la Jerusalén palestina sin permiso de la autoridad  israelí.  Casi nunca los obtienen, especialmente los menores de 50 años.  Los palestinos que viven en Jerusalén  pueden salir pero tienen documentos de identidad israelí  y si quisieran ir a vivir a otra parte la pierden y no pueden regresar más.  A lo largo del viaje de alrededor de 90 km, Ibrahim y  Mohamed muestran una y otra vez a Jerusalén a la distancia.  Lo hacen con añoranza. Ellos no pueden entrar en ella y se siente que les duele, como parte de la humillación a su identidad como pueblo.

Durante el camino me muestran los asentamientos de colonos israelíes cortando el terreno palestino, rodeados de árboles y verde. En contraste, las poblaciones palestinas carecen de jardines o verde.

-¿La razón?-pregunto.

– Los colonos controlan los pozos de agua de Palestina. Cada colono consume 6 veces el agua de cada palestino. En la actualidad hay 600.000 colonos israelíes en Cisjordania sobre alrededor de 2 millones de palestinos en ese territorio.

Hebrón

Llegamos a Hebron, la segunda ciudad más antigua de la tierra, después de Jericó, según repiten cuando alguno la menciona. Después de Jerusalén es la ciudad que concentra más significados para las tres religiones en la zona por ser considerada lugar donde estarían los restos de patriarcas y matriarcas, como es la mezquita donde se dice está enterrado Abraham. Junto a Ramallah, es la más grande de Cisjordania. Su actividad económica gira alrededor de la extracción de mármoles y piedra caliza, los cultivos de higos y uvas, y la artesanía en vidrios y cerámicas con gran trabajo de diseño para exportación.

Nos están esperando. Es el municipio. Pasamos a una oficina donde me hacen sentar junto al Mayor de Hebron, el Señor Tayseer Abu Sneineh. Un hombre de alrededor 60 años, fornido, alto, vital. Viene de una reunión.  Debe ir a otra y contesta el celular por otros temas.

Tayseer  ha sido preso político durante 20 años y pertenece a Fatah.  Su interés por mi visita es sincero. Trasunta la inquietud que todos me han trasmitido hasta ahora: lograr renovar acuerdos comerciales que revitalicen su asfixiada economía.  Solidaridad de cualquier tipo.

– Hebrón es una ciudad partida en dos por la ocupación israelí. Solo tenemos la administración del 78 por ciento de la ciudad. El 22 restante está en manos de israelíes. Pero el control militar es de los israelíes, completo. Dependemos de su voluntad política cada día para pasar al otro lado. Necesitamos la ayuda internacional. Somos un pueblo que no tiene hoy derecho a saber que le ocurrirá mañana.

El hasta hace 5 minutos, hombre imponente respira una angustia desconocida para mí.

Me embarga de nuevo una emoción  muy profunda y, créase o no, rompo toda la formalidad de mi lugar, y las lágrimas  comienzan a brotar de mis ojos sin poder contenerlas. No me alcanza el pañuelo!  Nuestro huésped  se sorprende y pregunta en árabe a mis acompañantes  qué ocurre. Ellos le comentan una historia  personal que les había relatado el día anterior y suponen que esa es  la razón de mi repentina reacción.  Es una historia íntima que merece que la  cuente en honor a quien la protagonizó.

Se trata de Marcelo Claros, quien fue mi compañero y padre de mis hijos.  Poco antes de fallecer, enfermo de un prolongado  cáncer, escribió al entonces embajador palestino en Argentina pidiéndole hacerse ciudadano de ese país, como homenaje  a ese valiente pueblo, privado de sus derechos más elementales.  El embajador le agradeció su inestimable deseo pero le respondió que no tenía forma material de cumplirlo pues no existía el derecho de los palestinos a otorgar ciudadanía.  Pero que su acto lo convertía en un palestino de hecho y que  era bien recibido por su pueblo.

No sé.  ¿Tal vez fue todo lo que estaba viviendo lo que me hizo sentir que de un modo u otro estaba cumpliendo su deseo?

A mi lado una mujer cuyo nombre no retuve, muy vital y risueña,  me relata que es legisladora de la ciudad, y que forma parte del escaso 20% de mujeres que el cupo de la ley electoral autoriza a participar del parlamento. En un guiño de complicidad, me anuncia que irán por más.

Antes de retirarme, Taysser me obsequia un jarrón de vidrio azul, adornado con flores pintadas en relieve, Es una artesanía típica de Hebrón, muy delicada, costosa y que me agrada mucho. Es muy bello y me siento, nuevamente, inmerecidamente homenajeada por este pueblo.

Salimos acompañados de un nuevo guía.  Somos 5 en dos autos.  Después de algunas cuadras nuestro guía nos muestra una barrera que cruza una calle y señala:

– Allí comienza Hebrón controlada por israelíes. Después de la Segunda Intifada, que fue derrotada, ocuparon esa zona y ya no podemos pasar. Las familias que allí viven tienen que pedir permiso cada día para pasar a sus casas. Tienen que dejar sus autos fuera de la barrera. Si tienen que pedir una ambulancia, no pueden hacerla pasar. No tienen derecho a caminar por sus calles.

Ciudad histórica  de Hebrón

Seguimos viaje hasta la Ciudad Vieja de Hebrón.  Casas de piedra maciza. La misma que hoy se usa para revestir con finas placas cortadas a estructuras sostenidas con hormigón, aquí forman gruesa paredes.

Nos acercamos a una especie de patio rodeado de casas viejas de tres pisos. Tiene algunos árboles y césped de plástico. Algunos rosales y Santa Ritas, con otros nombres. Con mucho orgullo anuncia que es la Plaza de la Amistad, la única de Ciudad vieja, donde se reúnen las familias a celebrar efemérides como la independencia o Ramadan. Algunas sillas de plástico desparramadas por ahí y un fila de narguiles se secan al sol junto a la pared de algo que parece un bar.  Nuestro guía está orgulloso. Dice que en ese lugar empezó la Intifada en 2000 y luego  quedó destruido, igual que otro que muestra detrás de un alambrado, lleno de escombros y restos de objetos quemados.

– Los israelíes no dejaron reparar la parte destruida, como marca de la derrota. Pero esta parte  ha sido recuperada por los vecinos y arreglada por el municipio.

La plaza-patio es apenas un cuarto de una manzana, pequeña para un barrio que cuenta con varios miles habitantes sin jardines ni veredas para que jueguen los niños o conversen los  vecinos. Su verde en el piso es de plástico porque no da a tierra. Pero en ese laberinto de casas de piedra caliza parece un oasis de libertad.

Cruzamos un puente sobre una especie de callecita angosta, también con alambrado sobre el que se desparrama basura. Bajamos por una escalera húmeda, también de piedra, hasta el piso de la callecita.  Estamos en un mercado típico de Oriente medio.  Decenas de pequeños comercios abiertos a la calle, sus mercaderías expuestas. Desde verduras y las características confituras, aceites de oliva y dátiles, hasta las más variadas artesanías. A medida que avanzamos cada comerciante se acerca a conquistarnos como clientes. Vocean su mercancía. Hacen sus rebajas antes que uno empiece a regatear. Algunos despliegan simpatía, otros son casi imperativos. No sueltan las presas.  Uno de ellos, de más de 60 años conquista nuestra atención y señalando hacia arriba nos cuenta en árabe que traduce Mohamed:

– Miren ese alambrado. El municipio tuvo que ponerlo para protegernos. Los  departamentos arriba, que ustedes ven, fueron ocupados por colonos luego de 2000. Ahora están construyendo otro piso arriba,  en Ciudad Vieja, declarada patrimonio de la humanidad! A veces nos tiran con líquidos en mal estado, sobre niños, sobre nuestra mercadería.  Quieren que nos vayamos para quedarse con toda Ciudad Vieja. Pero no lo lograrán. Este comercio era de mis antepasados, varias generaciones atrás. Aquí me crié. Aquí moriré.

Una sonrisa resignada cruza su rostro surcado por un tiempo con muchos soles  y se iluminan sus grandes ojos celestes, mientras eleva su vista y sus brazos hacia ese techo de alambre que parece oprimirlo cada día.

Seguimos caminando hasta que la callecita tiene sus negocios cerrados. Antiguas puertas de madera raídas,  la pintura descarada, y algunos candados oscuros de herrumbre y uso, dan cuenta que alguien es su dueño aún. Nuestro guía relata que esa zona ya se ha vuelto difícil de sostener por las constantes agresiones. El municipio alienta a que se queden otorgándole servicios de agua y luz gratuitas. Pero la batalla es cotidiana. Levanto mi vista y varias banderas israelíes flamean en los pisos superiores.

Sin salida por el lado de la ocupación, reanudamos nuestro camino hacia atrás. Miramos hacia atrás la plaza-patio y comenzamos a descender por otra callecita donde muchos niños pequeños juegan sin juguetes, sin vereda, entre autos y motos que pasan despacio.

Un nuevo retén militar en la bajada de la calle llama mi atención. Son muy jóvenes. Su pose es altanera, desafiante. De repente  un joven visiblemente árabe por su pañuelo, sus gruesas cejas y su espesa barba oscura es detenido de mal modo por la mujer soldado mientras el soldado varón le apunta. Supongo que le hablan en hebreo y supongo que él entiende. Yo no. Abre su bolso mientras contiene sus emociones mirando hacia nuestro lado. Quisiera cubrirlo bajo mis hombros. Tiene la edad de mi hijo. La escena es intimidante y humillante. La muchacha hurga con descuido e insolencia sus pertenencias.

– Si tuviera algo de interés de ellos, se lo quitan. Y si le disparan nadie investigará lo ocurrido. Así viven nuestros jóvenes- dice alguien a mi lado.

No alcanzo a recuperarme de la indignación cuando pasan  dos adolescentes, vestidos de civil, con sus kipa religiosas en la cabeza y dos poderosas ametralladoras colgando de sus hombros. No están en el retén militar. Caminan, simplemente, entre la gente, entre los niños que a pocos metros siguen jugando a algo parecido a una mancha, sin juguetes y muchas risas.

18 de Noviembre

Belén

Vamos camino a Belén.  La ciudad que los cristianos reconocen como la que acogió a María y a José para el nacimiento de Jesucristo. Nos espera Fayez A. saqqa, Legislador electo de esa ciudad. Miembro de Fatah, habla perfecto español  pues ha vivido más de 12 años en España. Su esposa era una militante comunista española  y aunque tienen dos hijos, no puede permanecer todo el tiempo en Palestina pues los israelíes no le dan la residencia.  Debe salir y volver cada varios meses. Fayez  vivió en campos de refugiados.  Muy joven ingresó  como miliciano de la OLP y tuvo que refugiarse en el Líbano.

Viajó por muchos países de Latinoamérica. Conoció a Salvador  Allende, el Presidente chileno depuesto por Pinochet. Fue miliciano en Honduras. Conoció Uruguay, Colombia entre otros países. Pudo regresar a Belén después de los acuerdos de Oslo en 1994.  Su humor y dejo al hablar me recuerdan más a algún  juglar español tal como Serrat  o Sabina que aún árabe en un país musulmán.  A su estilo, nos espera en un restaurante  para almorzar con una copa de muy buen vino en la mano. Sorprendida. Es el primero al que veo beber vino.

– Hombre, faltaba más.  Ya los musulmanes la pasáis mejor. Ya que el Corán os permite tener hasta  4 mujeres, dejadnos a los cristianos al menos tomar un vino que tenemos que conformarnos con una sola – dice entre risas.

Afable, recorre su vida con la sabiduría de los años vividos con convicciones y plenitud. Sus andanzas son décadas de historia  de los movimientos nacionalistas y de la izquierda guerrillera de América Latina y Medio Oriente.  Otro más de la generación de los mayores de Fatah.  Compartió  militancia con Yasser Arafat. Fue amigo de Shafik Handal, el dirigente del Frente Farabundo Martin, del Salvador.

– Que soy de familia Palestina, de Belén- afirma con orgullo.

– ¿Por qué no escribe todo esto, para memoria de las luchas de los últimos 40 años? – le pregunto.

– Ya, eso mismo me dice mi hija. Ya veremos. A esta edad somos diputados- dice riendo con cierta ironía, mientras sus ojos se abrillantan-.  Pero estoy dispuesto al ruedo, si hace falta- finaliza.

El almuerzo, otra exquisitez de Medio Oriente. Ensaladas con verduras muy frescas y sabrosas, rociadas con aceite de oliva extra virgen y rayaduras de queso y semillas, otro orgullo de Palestina. Por aquí no anduvo Monsanto, me digo. Pescado asado, cremas de semillas de sésamo, de berenjenas y de garbanzos para acompañar.  Se bebe al final.  Jugos. Salvo él y yo, que gustamos de un vino  exquisito, servido en media copa. Y no sirven más.

Fayyez  tiene otros compromisos pero pide acompañarnos en su auto al motivo de nuestra visita a esa ciudad. Entonces el cachondo español ha dado paso a un apasionado e indignado militante. Sus brazos  mueven el volante con destreza y prisa.  Recorremos las callecitas rodeando el muro que ha partido a Belén. De repente se para frente a una casa grande rodeada de muros por tres lados y dice:

– Esa casa es de un familiar. Le han construido muros por tres lados de su casa. Ha quedado encerrada.  El muro separa Belén de Belén. 30% de la ciudad está en manos de israelíes.  Muros con torretas armadas  desde donde disparan. No pocos jóvenes han muerto tirando piedras, en tanto les responden con metralla.   Por esa portezuela pasan mis compatriotas cada mañana para ir al otro lado, a trabajar  donde los israelíes.  Los despluman como a pollos. Les revisan. Les humillan.  Cada mañana. Ocho metros de muro y en algunas partes,  electrificados. Esta es la única puerta para palestinos. 45 kilómetros, más que en Berlín. Y todos los días siguen extendiendo el muro. Mira allá el nuevo asentamiento de colonos. Y la comunidad internacional mirando a otro lado- dice al final con dolor y bronca.

Subimos al auto para mirar otra entrada, la de los extranjeros.  Ninguno puede ir a la puerta del otro.

– Aquí se paró el Papa y vino a rezar por la paz del mundo- dice con ironía.

Me bajo yo también y toco con las dos manos esa pared llena de graffitis de jóvenes palestinos que claman por libertad. Desde lo alto de la torre, justo encima de mi cabeza. No sé si alguien me está mirando, o apuntando.

Fayez tiene compromisos pero está ansioso por mostrarnos todo. Sube nuevamente al auto, recorremos la avenida de la Natividad. Ha caído la tarde y los negocios que venden lámparas se encienden.  Se acerca la Navidad y Belén se prepara para recibir casi dos millones de turistas.  Hay muchos hoteles, pero la mayoría viene de Tel  Aviv en excursiones y se vuelven a dormir en esa ciudad. Les queda poco negocio. Las vidrieras lucen muchos muñecos de Papa Noel y en cambio,  no se venden muñecos de reyes magos. Vaya ironía, en la ciudad del Pesebre. Yaffez nos  muestra un edificio de piedra antiguo, a la derecha; mientras ya ha empezado la oración en la mezquita y el canto inunda la ciudad.

– Esa era la escuela donde estudió mi madre y casi se queda para monja. Hasta que la agarró mi padre y fueron los más enamorados que he conocido en mi vida. Entiendes? Esta es mi tierra.

Nos deja en la puerta del portal, en la gruta donde se supone nació Jesucristo. Una iglesia antigua. Mucha gente hace colas desde todas partes del mundo y entrega sus ofrendas.  Estamos  muy cansados.  Mis acompañantes agradecen en silencio que decida el regreso.

19 de noviembre

Es domingo. El día que empieza la semana.  Podremos asistir a  edificios públicos. Viernes y sábado fueron los días de descanso.

Ramallah es una ciudad construida sobre un terreno con lomadas, calles sinuosas y angostas, aunque también hay avenidas   Muchos edificios son nuevos, de 3 pisos en adelante,  casi no hay casas.  Devenida capital de Palestina, a partir de los acuerdos de Oslo,  sus edificios públicos también son nuevos dando cuenta de un estado que florece a pesar de la ocupación.

La misma línea arquitectónica: el exterior de piedra caliza. Rectos, casi como cajas separadas entre sí.  Los techos, mayormente planos, están plagados de pequeños tanques para usos individuales  de cada familia. Esto es así debido a que los israelíes  racionan su distribución en hasta 4 días a la semanas y cada familia debe regular su uso. Algunos edificios reciclan su propia agua. No toman agua de la canilla y todos llevan su botella de agua encima.

Los interiores de edificios públicos y hoteles, elegantes, combinan el uso de pisos de mármol con detalles en madera oscura con dibujos geométricos, metales  dorados y muchas ventanas abiertas a jardines. Usan variadas alfombras por lo cual al ingresar a los departamentos se sacan los zapatos.

La primera parada es la tumba y museo del poeta de la independencia y del exilio: Mohamir Darwich. Nacido en 1948 en Galilea y fallecido en 2008.  Su familia fue expulsada y pasó a vivir en un campo de refugiados. Luego de varios exilios residió en París.  En 1994, cuando los acuerdos  de Oslo, rechazó regresar pues decía que los acuerdos desconocían el derecho histórico a recuperar las tierras colonizados por Israel  desde el 48 y no partía del pedido de perdón de Israel  por  el daño realizado a los palestinos. Finalmente regresó  en 1996. Pero rechazó el cargo de Ministro de Cultura que le ofreció  Yasser Arafat.   «Soy poeta, no político», respondió.  Traducido a 22 lenguas se transformó  en el poeta de la resistencia, del exilio y de la independencia.  Fue el redactor de la Declaración de la Independencia. Cuando ofrecía recitales y conferencias  llenaba canchas de fútbol.

Al edificio se accede por una escalera alta  y amplia, en una lomada, rodeada de una fuente de agua y de jardines con árboles y flores distribuidos en forma espaciosa. La explanada donde se encuentra su tumba simula un libro abierto. Todo en mármoles y piedras calizas de color crema claro.

En el interior del museo hay una librería con su obra  en árabe.  Seguramente lo leeré  en Internet  pero compré  dos para llevar de regalo a quienes me ayudaron a organizar el viaje, Carolina y el Cónsul, que conectó mi viaje con lbrahim y quienes me reciben.

Debo confesar que equivoqué los regalos al revés, o sea a quienes me recibieron con tanta generosidad.  A sabiendas que los árabes  son muy obsequiosos con sus visitas, quise llevar algo pero no tuve tiempo.  Finalmente cargué dos botellas de vino creyendo esa publicidad de afirma que los nuestros son de los mejores. Fracasé por dos razones.  Una,  porque el vino palestino es excelente.  Por clima y  tierra se produce vino de exportación. Otra, porque Ibrahim y Mohamed son musulmanes y no toman vino. Glup!

Al salir del museo nos topamos con la llegada de un micro escolar. Sorpresa: una escuela gubernamental exclusiva de mujeres, con guardapolvo a rayas celeste y blanco. Las escuelas pueden ser mixtas o de un solo sexo. La educación es gratuita desde los 6 a los 17 años, pero la universidad aun «gubernamental» es paga.

La tumba de Yasser Arafat

A pocas cuadras está  la tumba de Yasser Arafat, el fundador y líder de Fatah, la principal fuerza de la Organización  de la Liberación Palestina, OLP. El monumento que guarda sus restos continúa la misma línea arquitectónica de todos los anteriores. Una entrada ancha, con desniveles  conduce a un cubo de 11  por 11 metros que simboliza la fecha de su muerte: 11 de noviembre. Rodeado de una fuente de agua sobre un fondo celeste  impecable y un cantero con flores traídas de las diferentes regiones de Palestina.

Adentro, la tumba está custodiada por dos agentes de la Autoridad palestina. El cubo está despojado de todo adorno y en cambio  sus paredes son mayormente de vidrio donde la luz del sol deja pasar la imagen de los jardines verdes, la fuente,  las flores y tres mástiles donde  flamean  banderas palestinas. Lejos de nuestros mausoleos, el de Arafat parece un canto a la vida. Una oración del Corán está  escrita sobre la lápida que guarda los restos en tierra de Jerusalén. Arafat pidió descansar en la ciudad emblema de su pueblo, pero Israel nunca lo permitió.  La figura de Arafat es constitutiva de la identidad Palestina. Su imagen preside todas las oficinas públicas. Cuelga en posters y banners en las calles y plazas. Es motivo de enormes grafitis en los muros del apartheid israelí en las ciudades, realizados por puños juveniles que recogen sus banderas dando cuenta de un fervor genuino en  la población.

Arafat lideró el movimiento de liberación armado palestino desde la década del 60. Luego  firmó los acuerdos de Oslo que  establecieron tres zonas, A, B y C. La OLP  se convirtió  en la Autoridad Palestina encargada de la administración  y el orden interno de la zona a su cargo: 22% del territorio, renunciando de hecho al territorio  apropiado por Israel en 1948. No los cumplió. En Oslo quedó establecido que debía otorgarse una carretera que conectara Gaza con Cisjordania. Pero Israel se reservaba el derecho exclusivo a conservar su ejército en tanto que la OLP dejaba su carácter de fuerza militar. Estos acuerdos fueron ratificados por las Naciones Unidas.

Israel no cumplió la parte de sus acuerdos.  No devolvió los territorios, no permitió la carretera prevista para comunicar Cisjordania con Gaza y en cambio cada día ocupa más territorio palestino y lo coloniza con asentamientos de personas incluso venidas de otros países del mundo. Se calcula que alrededor del 50% del 22% bajo autoridad palestina hoy está en manos de los israelíes. El estado sionista  controla el agua, la electricidad, las carreteras y las fronteras de todo el territorio. Los palestinos están en  una prisión con libertad vigilada.  Más de 6.000 presos políticos, entre ellos 450 menores de 12 años permanecen detenidos en las cárceles israelíes, en su mayoría sin causas ni procesos.

Arafat murió habiendo resignado el proyecto inicial de la OLP de recuperar una Palestina única, laica, libre y democrática, donde judíos, musulmanes y cristianos, mayoritariamente semitas, vivían en paz hasta 1948.  Arafat murió  sin haber podido establecer el proyecto que acordó con Israel en Oslo bajo la presión de EEUU y los países árabes: dos estados que convivieran en paz.

Cuando salimos del museo nos topamos con otra delegación escolar  que acude a forjar su memoria e identidad como pueblo. Esta es una escuela mixta. Chicas y chicos  ríen con frescura, como queriendo escapar de un presente que agobia. Parecen felices.

El Consejo Legislativo palestino

Llegamos al consejo legislativo de toda Palestina donde nos espera Ibrahim Krishi, Secretario General del Consejo Legislativo de Palestina y la Dra Najat Al Astal, Legisladora electa de Gaza. Ambos son más jóvenes que nuestros anteriores huéspedes.  Pertenecen a la generación que intenta construir el nuevo estado. Luego de un intercambio  de saludos entre ambos, las fotos de rigor y un nuevo regalo, está vez un cuadro de Palestina, Ibrahim se excusa pues habrá de retirarse debido a asuntos urgentes. El día anterior, sin otra comunicación que la prensa, se enteraron que Trump, presidente de los EEUU, habrá de cerrar la oficina de la OLP en Washington desautorizando su presencia en esa ciudad. La unilateral y sorpresiva medida está dirigida a presionar a Palestina para que acepte los nuevos asentamientos de colonos como base de cualquier intervención norteamericana en el conflicto entre estos países y la designación de Jerusalén como capital de Israel. En forma brutal, de un plumazo, Trump desconoce el incumplimiento de los compromisos de Israel antes mencionados y se pone unilateralmente de su parte.

Apesadumbrados y acorralados, los funcionarios palestinos vuelven a clamar  por la solidaridad internacional, en especial se angustian por el silencio de los gobiernos de otros países árabes. Ibrahim se va y quedamos conversando con la Dra Najit. Una charla muy ilustrada donde relata el padecimiento de los palestinos que viven dentro de la  zona controlada completamente por Israel. El Kenesset, parlamento israelí,  ha sancionado más de 150 leyes que pretenden cristalizar al  estado israelí como estado judío y el régimen de apartheid  contra los palestinos. Son más de 1.500.000 los que viven en Israel  en carácter de ciudadanos inferiores. No tienen acceso a cargos públicos pero si se pretende que hagan el servicio militar. Son detenidos y puestos en prisión solamente por realizar tareas de solidaridad por ejemplo con los gazatíes.  Najit relata que una diputada del Frente de Liberación Palestino fue detenida dos veces en su casa en Cisjordania. Ella tenía a su cargo la solidaridad con los presos políticos palestinos. No tiene causa ni proceso. Simplemente está detenida.

Gaza

Najat relata que en Gaza viven 2.600.000 palestinos en 360 km2. Es la región más densamente poblada del planeta. Tenemos una larga charla:

– «La mayoría son refugiados  de la guerra del 48, especialmente de la costa del Mediterráneo.  Gaza sufre permanentes ataques. Hubieron 3 guerras: 2008, 2012 y 2014.  Esta última guerra destruyó la compañía eléctrica, el aeropuerto y la mitad de las viviendas. Las familias tuvieron que refugiarse en hospitales y escuelas.  Se calcula que en pocos días Israel tiro más de 100.000 kilos de explosivos sobre Gaza que quedó destruida.  No se ha podido comprobar el hubo de armas químicas pero algunos  profesionales  de la salud afirman que los efectos en la piel de algunas personas darían cuenta de su uso.

En Gaza solo se tiene acceso a la luz 4 horas al día y el agua está racionada.  La frontera con Israel está clausurada y la de Egipto también.  Solo hay una puerta para pasar a Israel y se necesita  un permiso difícil de lograr. A veces las personas que lo obtienen cuando van a la frontera son detenidas.  La frontera con Egipto también  estuvo cerrada. Esta semana pasada se logró un acuerdo entre Hamas y la autoridad palestina que permitió que Egipto permita  una apertura de esta última,  a escala  limitada, para personas autorizadas o con problemas graves de salud. A causa  de los bombardeos hay muchos niños con cáncer en Gaza. Hace poco mataron a 13 gazatíes en un túnel  y se estima que usaron  armas prohibidas o químicas porque dos de las personas que fueron a sacar los cadáveres luego murieron.

Nuestro sistema de salud es gratuito  hasta los 3 tres años de edad. Hay campañas de vacunación obligatoria.  Luego hay que pagar una cobertura de salud obligatoria  para acceder a la salud pública. Tenemos buena formación de profesionales y un alto nivel de salud pública respecto de la región. Palestina es el país con más alto nivel educativo de la región.  A pesar de la ocupación la gente hace esfuerzos por llegar a la universidad, incluso a hacer posgrados. En los últimos años docentes palestinas que trabajan en el exterior fueron elegidas las mejores de la región.  La mujer palestina ha logrado superar la cuota de participación en la legislatura pasando de 10 a 13%. Hay un proyecto de ley  para elevarlo a 30%. Ley de aborto no hay. Somos un país conservador donde no hay relaciones fuera del matrimonio por lo tanto no hace falta el aborto.”

Almuerzo en Ramallah

Es el cumpleaños de Mohamed. Vamos a almorzar a un restaurant cercano al Consejo Legislativo. Mohamed habla bien español. Ha estudiado en España y le gusta practicar con los invitados a su país. Hay expectativa porque a la tarde voy a poder ir a Jerusalén. Todos me lo anuncian con gran ilusión. Mohamed tuvo una novia en Jerusalén. Pero las dificultades de visa para pasar de un lado a otro, terminaron por desvanecer la relación. Mohamed no podía visitarla en Jerusalén. Ella podía salir pero no residir en Ramallah a riesgo de perder sus vínculos familiares y su casa en Jerusalén. Ningún palestino debe dejar su casa pues es terreno que se pierde en manos de la colonización del este de Jerusalén por parte de Israel.

El muro cruza cada una de las vidas cotidianas.

Jerusalén

A la tarde partimos a Jerusalén con Mohamir[1] en su auto. Mohamir es palestino, vive en Jerusalén, y tiene credencial israelí. Forma parte del 20% de palestinos que residen en Israel. Trabaja para la Autoridad Palestina y puede entrar y salir todos los días, cuestión que no puede la Autoridad palestina misma. Su auto está bastante usado y  dice que su salario no le alcanza pues gana como un palestino en Ramallah donde la vida es más barata pero vive en Jerusalén donde la vida es mucho más cara. Pero Mohamir trabaja así porque quiere ayudar a la Autoridad en ese nexo.

El camino de Ramallah a Jerusalén es muy corto. Apenas 10 minutos en forma directa.  Jerusalén es una de las ciudades más antiguas del mundo. Tiene alrededor de 5.000 años. Luego de la Guerra de 1948 quedó divida en dos: la parte Oeste en manos de Israel y la Este en manos de palestinos, entonces bajo la anexión del Rey de Jordania. Después de la Guerra de los Seis días en 1967  Israel avanzó sobre Jerusalén Este y pretendieron imponer su carácter de capital de Israel. Las Naciones Unidas desconocieron esta decisión y por Resolución 478 su Consejo de Seguridad convocó a los países a trasladar sus embajadas a Tel Aviv en señal de repudio a la colonización israelí. Israel los desconoció y continuó su política de colonización de la parte palestina de la Ciudad.

Los acuerdos de Oslo, celebrados entre el Primer Ministro de Israel, Isaac Rabin, Bill Clinton, presidente de los EEUU y Yasser Arafat por la OLP Organización para la Liberación Palestina en 1993 no incluyeron una medida de acatamiento por parte de Israel a las resoluciones de la ONU antes mencionadas.  Rabin declaró que «Jerusalén es la antigua y eterna capital del pueblo judío», unida bajo soberanía israelí. Hasta la fecha, Israel sigue en una política colonizadora. Avanza construyendo barrios en la Jerusalén Este, coloca sus banderas y sus oficinas públicas. Trump desconoce estos acuerdos y se dispone a trasladar la embajada de EEUU a esa ciudad en una actitud servil a las órdenes de Israel.

A medida que entramos a la Ciudad, los muros empiezan a encerrarnos. La avenida principal está partida por un muro que la corta todo a lo largo. Ambas partes pertenecen a Jerusalén Este. Cuál es la explicación?- pregunto.

-Sospechamos que estos muros marcan futuros nuevos desplazamientos y controles de exclusión por parte de la colonización israelí sobre el territorio que corresponde a la autoridad palestina- responde Mohamir.

Llegamos a la Ciudad Antigua. Primero pasamos por el barrio cristiano y entramos a la llamada Iglesia del Santo Sepulcro. Está bajo custodia de las diferentes vertientes del cristianismo: católica, ortodoxa, armenia. Es uno de los lugares más importantes del culto cristiano porque se considera el sitio donde Cristo sufrió su calvario y donde  fue sepultado y luego resucitó. El Sepulcro ocupa el lugar central de la basílica.

Las colas son interminables. Gente de todas partes del mundo aguarda el momento para entrar. Alguna gente se arrodilla ante una especie de pequeña elevación, sobre el cual penden incensarios de distinto tipo. Rezan y depositan ofrendas en velas. Una pareja las recoge por decenas y se las lleva. El ambiente es oscuro. Algunos frescos en alguna pared muestran secuencias de la biblia. Salimos afuera a un patio. Seguimos caminando por otra parte de la ciudad. Tenemos poco tiempo. Casi no  puedo preguntar. Es mucha la gente. Subimos por unas escaleras hasta una especie de mirador desde el cual podemos ver la Mezquita Dorada o de Al-Aqsa. Ha comenzado la hora de la oración y se escuchan los rezos por los parlantes. Esta mezquita es la segunda en importancia para los musulmanes, después de la Meca. Tiene capacidad para albergar a 5.000 personas. Según los musulmanes, la roca que está en el centro marca el lugar desde el cual ascendió Mahoma a los cielos. No podremos entrar porque es la hora de la oración.

Más abajo se ve el llamado Muro de los Lamentos donde pueden apreciarse dos partes diferentes, una para el ingreso de hombres y otra de mujeres, todos judíos, con barreras de separación. La explanada ha sido motivo de disputas recientes que llevaron a Israel a imponer controles electrónicos en los ingresos a la propia mezquita, tal como ocurre en la del patriarca Abrahan en Hebrón. Finalmente Israel retiró las puertas electrónicas pero puso unas cámaras muy sofisticadas que según parece les permiten detectar qué porta cada uno debajo de sus ropas.

Los musulmanes cuestionan que ese muro pertenezca al viejo templo del profeta Salomón, tal como sostienen los israelitas. Según ellos, no quedaron vestigios del viejo templo a partir del Imperio Otomano y lo que allí sobrevive es un muro que pertenece a una construcción del Profeta Ibrahim (Abrahan) que, según  el Islam, fue quien se enfrentó al culto con íconos.

Mohamir es un excelente guía turístico, aunque no sea su oficio. No podemos entrar a la explanada por los inmensos controles, pero él conoce otro camino. Vamos por pasadizos, pórticos de piedra muy espesos, recovecos, nuevos controles o chek points y terminamos en el patio mismo de los lamentos. Claro que casi salgo mal. Con mi camarita fui avanzando por la explanada, describiendo lo que veía, hasta que escuché gritos que no entendí. Levanté la vista y era a mí. Un guardia israelí me decía con agitación y enojo que no podía avanzar. Era la parte de los hombres, y el momento de la oración. Todo mal!. Por suerte no pasó nada más grave. Retrocedí aceleradamente mientras Mohamir me miraba sorprendido desde un lugar más lejano. Bueno. Cosas de turistas.

Vamos ahora por los barrios y mercados. Cada una de las religiones tiene su barrio y sus comercios. Entramos al barrio cristiano. Quiero comprar una remera de Palestina libre para mi hijo. Mohamir me lleva a un comercio. Detrás de un montón de remeras con cúpulas, mezquitas o lamentos, a gusto del consumidor, saca una pila de calcomanías con la ansiada bandera verde roja y blanca. Y las plancha sobre unas remeras sin marcas.

Volvemos. Es muy tarde. Los chek points están atascando los pasos a Ramallah. Nos esperan horas. Pero Mohamir es un excelente conductor. Toma por la derecha, abandona la ruta, se mete en un barrio de callejuelas muy angostas, llenas de curvas, con casas sin veredas, apiñadas, con ventanas pequeñas y mucha gente en las calles conversando. Está muy oscuro pero hay bullicio. Mohamir maneja velozmente girando en esquinas de una sola mano, aunque ve luz a lo lejos. Me siento en un triller. Lo miro de reojo con bastante miedo de perder la vida en un chocando en alguna esquina.

-Estamos en un campo de refugiados del 48. Esta gente quedó desplazada luego de la instalación del estado de Israel y desde entonces sus descendientes forman parte de los eternos refugiados.

Me sorprendí. Creí que los campos eran de tiendas, tipo carpas. No. Son como nuestros barrios de emergencia. Construcciones precarias, pero de material.

Gracias a Mohamir llegamos a Ramallah en poco tiempo. De lo contrario, tal vez hubiéramos esperado horas en el chek point, a solo 10 minutos de Ramallah. Le agradezco y le pido disculpas por haber tomado tiempo por fuera de su horario de trabajo. Me mira y dice:

-Esto lo hago como servicio a mi pueblo. Para que el mundo sepa lo que nos pasa.

20 de noviembre

Ministerio de Relaciones exteriores

Por la mañana fuimos al Ministerio de Relaciones Exteriores. Un edificio nuevo, recientemente inaugurado, dentro de la misma arquitectura: paredes exteriores revestidas en piedra caliza, ventanas hasta el piso,  mucha luz natural, pisos de tipo porcelanato, de colores arena con detalles en negro. El mobiliario de madera muy sobria y detalles dorados en los espejos de los ascensores y pasillos. Un toque de gusto muy de medio oriental que se repite.

 

Nos recibió la Directora de Las Américas y el Caribe,  Sra. Hanan Jarrar. En pantalones, elegante y sencilla, Hanan tiene ese aire de mujeres inteligentes, agradables y buenas personas. Es egresada de la universidad, se recibió con Ibrahim y todos le muestran gran aprecio. Me recibe con gran cordialidad. Nos ha estado esperando. Sabe los detalles de mi visita. Está ansiosa por contar, como todos, lo que les pasa. En una conversación que dura más de una hora, Hanan vuelca todo su deseo de que el mundo sepa la prisión en la que está viviendo su pueblo. Está preocupada por los nuevos asentamientos, por la falta de agua, por la opresión que se vive cotidianamente. Escucho con atención y cada vez con más congoja. Como todos Hanan, deposita en este viaje la ilusión de que el mundo los escuche.

Qalquilia

El camino es largo. Casi 100 kms por un terreno de montañas bajas, un camino sinuoso, con bordes escarpados. Pero Raed es muy buen conductor. No tengo preocupación.

Qalquilia es una zona fértil para cultivos. Sus habitantes producen gran parte de los vegetales de Palestina, tienen buenos olivares, vides y frutos. Sin embargo Qalquilia está sufriendo la falta de agua por racionamiento de las tropas de ocupación, muros y electrificaciones que impiden la circulación entre las zonas urbanas y las huertas y sembrados.  Sus tierras más fértiles han quedado encerradas por los muros que construyeron las tropas de ocupación. Más de 300 hectáreas no pueden ser cultivadas por los habitantes de Qalquilia. Los israelíes dan y quitan el agua y la electricidad a gusto. La ciudad ha quedado encerrada entre muros de modo que tiene una sola entrada controlada por las tropas israelíes.

En Qalquilia nos espera el gobernador. Un hombre de unos 50 años, de la nueva generación de dirigentes de Fatah. Su discurso es apasionado y agitativo. Al igual que los anteriores, explica todo el dolor de su pueblo. Define a Qalquilia como un ejemplo de apartheid en el mundo. Afirma que las provocaciones de Israel buscan que los palestinos abandonen sus tierras para dejársela a los colonos. Recrimina a la comunidad internacional haber tolerado la Declaración de Balford que desde 1917 significó la legitimación de Inglaterra a la estrategia del sionismo de construir un estado en el territorio palestino. Reclama por qué el mundo no actúa frente a esta injusticia, como lo ha hecho en otros países del mundo. Afirma que el pueblo palestino no se retirará de estas tierras y luchará por su libertad. Se define como hombres de paz que quieren vivir en dignidad con los vecinos israelíes. Convoca al parlamento argentino y de todo el mundo a ayudar a Palestina a conseguir su derecho a la libertad.

Antes de terminar ilustra el sufrimiento de los niños palestinos en el  caso de una niña de 10 años, hija de un preso político, que era la única familiar admitida por Israel para visitar a su padre. Después de muchos meses de idas y vueltas cuando autorizaron el viaje a la prisión de la niña, solita, su padre fue trasladado a otra prisión. Hasta que en un nuevo intento, cuando iba a pasar los controles de fronteras se cerró el turno y se la olvidaron, llorando solita varias horas hasta que abrieron los controles. La niña estuvo al borde de un colapso emocional que la dejara en estado de locura, según los profesionales médicos que la atendieron.

Luego de una larga charla, marchamos con el vicegobernador a recorrer el muro que los obliga a atravesar controles militares y solo tener derecho a paso 45 minutos por la mañana y otro tanto al atardecer. Los campesinos sufren permanente humillaciones en esos controles. Los niños tienen que pasar por chek points para ir a la escuela, cada mañana.

Nablus

Dejamos Qalquilia y vamos a Nablus. Ciudad de más de 3.000 años de antigüedad, cuenta también con una ciudad antigua, como la de Jerusalén. Un mercado con pequeños comercios, todos a la vista del público.  Visitamos una jabonería de más de 1.000 años, donde se hacen jabones de aceite de oliva. Comemos unas natillas típicas y regresamos.

 

En el camino de regreso Ibrahim me invita a conocer su casa y su familia.

-Claro. Con gusto- respondo.

Ibrahim tiene dos hijas y un hijo adolescentes. Estudiantes. Su compañera, Ivina, nos recibe con mucho agrado. Le pido disculpas, por haber tomado tanto tiempo extra del trabajo de su marido. Sonríe. No debe ser la primera vez que lo hace. Sus hijas parecen contentas de tener visitas de afuera y preguntan mis impresiones sobre su ciudad.

-Pujante y linda- respondo.

Parecen orgullosas y aliviadas de mi respuesta. Esa es su ciudad, desde siempre y quizás por siempre. A pesar de la ocupación y de los controles. No conocen otra cosa por fuera de ese pequeño terruño cercado. Ni siquiera pueden llegar al mar, a pesar de estar a pocos kilómetros de la costa.

La mañana siguiente parto para Amman, de regreso a Buenos Aires. Dejo atrás chek points y un nuevo interrogatorio en la frontera. Me queda el recuerdo de la sonrisa de las hijas de Ibrahim, como símbolo de la juventud palestina que tiene ilusión en un futuro donde ser libres y vivir en paz.

Un pedazo de mi persona ha quedado atrapado en esa tierra, con ese pueblo. Valga este relato como un pequeño testimonio y homenaje a este pueblo valiente que vive en apharteid desde hace 72 años, bajo el silencio cómplice de los gobiernos del mundo.

(Si a lo largo de este relato no encontrás fotos de militares israelíes es porque está prohibido fotografiarlos a riesgo de recibir un tiro)

*El presente texto fue escrito en 2017. Por razones de trabajo nunca pude publicarlo antes. Lo hago hoy que la Cuarentena me dio un respiro en mi actividad militante, en ocasión del día mundial de lucha por la libertad de los presos políticos, especialmente de los palestinos.

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